miércoles, 16 de noviembre de 2011

El mundo es un cambalache

Por: Orlando Mazeyra Guillén
El hombre de a cero es un libro germinal en donde Juan Carlos Nalvarte, parece despabilarse y darnos cuenta de una fiebre desmesurada por los placeres carnales; no es gratuito, pues, el título de su blog: “insecto lascivo”, que ya nos da luces de lo que podemos encontrar en las historias de éste, su libro iniciático.
Hay, en su mayoría, microhistorias que se pueden condensar en una sola que vendría a ser el resumen de todas: Puta madre, el  mundo no es como me lo contaron.
La respuesta a los desengaños, al dolor o a la crueldad de sus condiscípulos parece ser este conjunto de cuentos que, entre otras cosas, hablan de lo complicado que es crecer (no olvidemos que el autor, en los agradecimientos, habla del colegio como un entorno en donde le hicieron la vida difícil, a cuadritos, y por ello, se la enriquecieron al máximo). Es también sintomático que agradezca a su amigo Giovanni Barletti, porque sin él, ya hubiera dejado la literatura y Nalvarte sería una promesa del Derecho Nacional (no es una casualidad tampoco que literatura esté escrita con minúscula y derecho nacional con mayúsculas, como para marcar las diferencias entre una carrera de verdad y un oficio que genera no pocos resquemores).

domingo, 13 de noviembre de 2011

Reseña de "El Hombre de A Cero"

Por: Paolo Tizón Prado


Qué mejor para un autor de la edad de Juan Carlos que iniciar con un proyecto corto y autobiográfico, intimista y atractivo. Me parece que escoger "El hombre de a cero", como obra para publicar, fue una decisión acertada, porque no es pretenciosa ni extensa, no relata desde la inexperiencia, sino que es prudente y lo mejor de todo: narra desde la perspectiva propia, desde la adolescencia que ya poco a poco se va desvaneciendo.
Ironías, contrastes, desahueves y zamaqueadas, que provocan chispazos de recuerdos propios haciéndote sentir comprendido, incómodo o inexplicablemente reflejado en cada relato. Juan Carlos logra que el lector se sienta identificado con cada curioso y -como él llama- perdedor personaje. Provocar una larga sonrisa o un lioso rubor en el lector es una tarea difícil, Nalvartelo hace mediante la temática y las situaciones de los personajes, con el lenguaje y la oralidad de los relatos.